domingo, 18 de septiembre de 2011

The Fashion of his Love


La exhibición Alexander McQueen: Savage Beauty, tal y como los organizadores de The Costume Institute la describen, es una merecida celebración a la extraordinaria e inigualable aportación de Lee McQueen al mundo de la moda. La exposición reunió poco más de cincuenta de los más significativos atuendos del ahora fallecido diseñador; atrayendo la mirada del mundo entero, aficionados a la moda o no, en uno de los ensambles más concurridos y aclamados en la historia del Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
Savage Beauty hace un recorrido por los 19 prodigiosos años de carrera de McQueen, desde sus inicios en Givenchy Haute Couture, hasta la colección póstuma Angels and Demons; todo envuelto en un ambiente, si bien sobrio e incluso un tanto fúnebre, siempre fiel a la mente y sentimiento romántico que dio forma y cohesión al trabajo del diseñador a través de los años. Los encargados de ello fueron las mismas personas tras sus inolvidables fashion shows, Sam Gainsbury y Joseph Bennett, director creativo y diseñador de la producción respectivamente.
 Lee se describió a si mismo como un romántico esquizofrénico; y la muestra del Met nos hizo testigos de ello. McQueen llevó al límite ese romanticismo para retar lo establecido y re-inventar todo el proceso creativo envuelto en la confección de sus prendas. Ya fuera con un nacionalismo tintado de rojo o un naturalismo de extravagantes formas, entre muchos otros; el londinense pudo entregar en todas sus versiones y al mundo entero, la antítesis perfecta al racionalismo casi implícito en la moda.
Desde su primer colección Jack the Ripper Stalks His Victims, confeccionada al graduarse de Central Saint Martins, hasta sus últimos trabajos después de Plato’s Atlantis; se puede observar perfectamente como McQueen era un experto en la construcción y posterior deconstrucción de las siluetas clásicas, lo cual aunado a su astuto uso de los colores brillantes, las texturas y los estampados, fueron el sello característico de cada una de sus creaciones.
Es del asombro de muchos de los asistentes, descubrir los materiales tan inusuales que Lee utilizaba en sus prendas. Pelo de caballo, paletas esmaltadas, conchas de navaja y cristales de microscopio; son tan solo algunos de los componentes de sus vestidos. Tenerlos a centímetros de distancia permite al público apreciar la minuciosa fabricación y el detalle que requirieron, haciéndolos todavía más admirables. Igual de impactantes son todas las pelucas, tocados, zapatos y accesorios de los que siempre venían acompañados los atuendos de Alexander McQueen; exhibidos en un gabinete de curiosidades que alberga brutales y fascinantes piezas de Philip Treacy y Guido, entre muchos otros.
Sin lugar a dudas Savage Beauty resultó, a todos los que tuvimos la fortuna de verlo, un deleite visual del que emanaban tantas emociones que difícilmente se podría considerar solo ropa. Por el contrario, son consistentes y extraordinarias obras de arte; legado que permanecerá a través del tiempo como prueba irrefutable del formidable talento delenfant terrible de la moda, Alexander McQueen.

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