domingo, 18 de septiembre de 2011

Cock: más que una obra, un proyecto muy gallo


Si bien Cock de Mike Bartlett ya era una obra que gozaba de merecida popularidad en el extranjero; me preguntaba cuál sería su suerte en México, donde el título aunque atrevido, no tiene el mismo impacto y picardía que en su natal Inglaterra. ¿Estaría la gente interesada en verla? ¿Resultaría transgresora a nuestra sociedad moralista? ¿Cuál sería la reacción del público ante un tema que, aunque cada vez menos, aún es tabú?
Empezando por el núcleo de la obra, la historia; Cock tiene un guión que explora sutilmente aquella idea que Sigmund Freud compartiera con el mundo en 1920, como parte de su ensayo CXII, de que “nuestra libido oscila normalmente toda la vida entre el objeto masculino y femenino”, es decir que hay una bisexualidad dada como estado original del individuo. Esta idea, situada en un ambiente contemporáneo donde lejos de ser escandaloso como en los 20’s es objeto de la necesidad impuesta de darle nombre y clasificación a todo, funge como premisa aunque para nada como tema central.
La encrucijada en la que se ve inmerso Juan, protagonista de la puesta en escena, al encontrarse al mismo tiempo enamorado de un hombre y de una mujer, es solo el punto de partida para una irrisoria situación que desenmascara, desde mi punto de vista, uno de los más grandes problemas que enfrenta la sociedad actual, el miedo al cambio. Cuando siempre se nos ha dicho que las cosas son buenas o malas, blancas o negras, de una forma o de otra, es difícil imaginar que no lo sean; así nace un miedo que limita al hombre y le impide alcanzar la grandeza, confinándolo a lo ordinario. Para mí, ese es el bottom line de Cock.
Ya entrando de lleno a Cock en México; me sorprendió ver como la franqueza con la que está escrita la obra permite que la relación entre Juan y su novio parezca tan mundana que sin duda le resultó risible hasta al más conservador de los asistentes. La cotidianidad impresa en la pareja y en cada uno de los problemas que enfrenta, logra que no haya uno solo en el público a quien la situación le resulte ajena.
Los personajes, que van desde una mujer dispuesta a dejar todo por amor hasta un hombre que lo único que tiene de identidad es el nombre, son tan diferentes uno del otro que se complementan a la perfección. De la mano de un ingenioso uso de mobiliario y una excepcional disposición escenográfica, transportan al espectador a un sin fin de sitios físicos y emocionales en poco más de hora y media, justa duración para esta ligera y muy divertida comedia. Como era de esperar, Diego Luna, José María Yázpik, Ilse Salas y Javier Díaz Dueñas entregaron impecables actuaciones, las cuales lograron transmitir de forma integra la esencia de cada uno de los complicados y errantes personajes. 
La inteligente adaptación, diría yo mexicanización, e incluso la forma en como incluyeron en la obra las secuelas del accidente que limitara físicamente a Luna, son solo otra muestra del talento que hizo de esta breve, mas no inadvertida puesta en escena un total éxito. Dicen que para muestra un botón, y fue así como las preguntas que hacía al iniciar este post encontraron respuesta en el vigoroso aplauso de los asistentes; Cock concluyó muy bien recibida después de 100 representaciones.
Tras el anuncio del fin de la temporada y junto a muchas recomendaciones, dejé de lado la desidia y me lancé a la última función. Vaya que valió la pena, pues Cock no solo me dejó un grato sabor de boca con respecto a la producción en general; sino que además estoy seguro, despidió a varios en el público invitándolos a pensar una respuesta a la liosa pregunta ¿Más vale malo por conocido que bueno por conocer?

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